Villar de Argañán

Biografía de Juan Nogales Delicado

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A continuación se recoge la biografía de Juan Nogales Delicado escrita por Modesto Pérez en 1918.Los datos del libro son

Los datos del libro son:

CIUDAD RODRIGO Y SUS HOMBRES: JUAN DE NOGALES
POR
MODESTO PéREZ
MADRID
IMPRENTA DE LOS SUCESORES DE HERNANDO
Calle de Quintana, núm. 33.
1918

1.2.- CURIOSIDAD

Ciudad Rodrigo, la vieja y hermosa urbe de antiguos muros bañados por el claro y aurífero águeda, cuenta con varios espíritus distinguidos. Unos viven allí y otros residen fuera, pero todos son actualmente la flor de aquel pueblo.

El pasado de Ciudad Rodrigo es predominantemente guerrero. Cristóbal de Castillejo, Feliciano de Silva y Fr. Diego González son los únicos mirobrigenses que figuran en las historias literarias. Y Silva no aparece en ellas a título de escritor ilustre,, sino de revolvedor, inmortalizado por Cervantes, de la sesera del ingenioso hidalgo.

En tiempos ya lejanos sobresalió D. Juan Arias. Ya en nuestros días, Dionisio de Nogales Delicado, cultísimo y artista. Sus bellas producciones, que él, no menos modesto que sabio, nunca se preocupó de propagar, bien merecen difundidas para deleite de los amantes de las letras.

Hoy avaloran el nombre de Ciudad Rodrigo José Cascón, Ingeniero agrónomo cuya Memoria sobre el establecimiento del crédito agrícola en España le bastarla para gozar de una reputación alta y sólida; Alejo Hernández, humorístico pensador y poeta, inquieto, escéptico, bohemio y aristocrático; Alberto y Arturo García Carraffa, autores de muchos libros notables - en los que han biografiado a Galdós, Menéndez y Pelayo, Echegaray, Prat de la Riva, Gabriel y Galán y otras personalidades gloriosas -, y Juan de Nogales, el hombre más original que ha producido la vetusta Miróbriga.

Le conozco a Nogales desde que éramos niños, yo algo mayor que él. Son inolvidables para mi los días, demasiado remotos, en que su padre, reconociéndome una desmedida beligerancia, me designó pasante de su hijo, y efectivamente pasamos, en Ciudad Rodrigo y en Hurtada, alquería del término de Villar del Puerco, muy buenos ratos, jugando, leyendo, paseando, yendo de caza, aunque sin disparar, y sobre todo, oyendo devotísimamente, a pesar de nuestros pocos años, a Dionisio de Nogales, que fue nuestro maestro.

Al irme a Salamanca a emprender mi carrera, me separé de Juan. Después nos hemos visto en diferentes ocasiones en Madrid. Y nunca he dejado de estar al corriente de sus andanzas y proyectos, tan múltiples y atractivos que, si no fueran reales, parecerían imaginarios.

En la seguridad de que has de ver por ellos una individualidad interesantísima, voy a referírtelos, lector.

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En 1899—a la edad de quince años—Juan de Nogales comenzó en Valladolid los estudios de la segunda enseñanza, y los cursó en el Colegio jesuita de San José y en el de Santo Tomás de Aquino, que dirigía D. Antolín Cantalapiedra, habiendo obtenido el grado de bachiller en 1903.

Inmediatamente pensó en la Medicina, y se matriculó en el preparatorio de la carrera. De entonces datan sus primeros conocimientos de lengua alemana y de Historia Natural.

Muy pronto substituyó las aficiones médicas por las que le llevaron a la preparación para el ingreso en la Academia de Caballería; mas, a fines de 1903, no satisfecho con los caminos iniciados y prosiguiendo los tanteos y experiencias en busca de la verdadera vocación, se propuso ser marino y se trasladó a Sevilla. Su tío D. José Estanga y Arias, comandante del puerto de Pajares, gestionó para que ingresara en la Marina de guerra, sin que pudiera conseguirlo, por tener Nogales un año más de los reglamentarios para la admisión, y no siendo hijo de individuo de la Armada, con lo que se hubiera resuelto el inconveniente del exceso de edad, acordó ser marino mercante, y fue alumno de la Escuela Náutica particular que en la ciudad del Guadalquivir tenía el gaditano D. Francisco Martínez. Durante su estancia en este Colegio hizo viajes-a Cádiz, Puerto de Santa María, Jerez de la Frontera, San Fernando, Puerto Real, etc., etc.

Los años 1904 y 1905 los pasó estudiando como alumno libre en Toulon, en la école Nautique, y en Marsella, en la école des Capitaines á long cours. En esta última tuvo de profesor de Aritmética y Geometría a Jules Vallerey, de origen español.

En 1905 legalizó sus estudios en la Escuela Náutica oficial de Cádiz. En dos años dio cima al trabajo de tres, habiéndolo verificado en textos extranjeros, sin dejar de conocer los españoles.

Las prácticas indispensables para obtener el título de piloto las hizo en un velero de la matrícula de Mahón. Para las de barco de vapor ingresó en el Buenos Aires, de la Compañía Trasatlántica. Navegando por la línea de Nueva York, Cuba, Méjico, visitó los puertos de la Habana, Nueva York, Chárleston, Veracruz y otros. Y en el de Montevideo, por la línea Centro-América, los de Panamá, la Guaira, Puerto Cabello, Puerto Limón y Colón.

Al cabo de estos viajes, que duraron desde 1905 a 1907, le nombraron cuarto oficial interino. Contrajo en Veracruz la malaria, y solicitó y le fue otorgada licencia por un año.
Repuesto por completo, no retornó a la Marina, pero si a correr mundo. En los primeros meses de 1908 se encuentra en Moscou y San Petersburgo. Entra en Rusia por la Polonia germana, deteniéndose en Possen, y a la vuelta, haciendo estación en Varsovia, pasa por Michalowich a Cracovia, capital de la Polonia austriaca.

En 1909 estuvo en Austria, Alemania, Italia y Grecia.

De Austria conoció Viena—donde estudió violín con el judío Lichgemstern, profesor real e imperial del Teatro de la ópera, que se lo enseñaba gratuitamente, desmintiendo la proverbial codicia semítica, por haberle encontrado parecido con un hijo suyo—, Salzburgo; Brün, capital de la Moravia; Pola, cerca de Trieste; Budapest, Dóbling, Marienbad, Carlsbad y otros puntos. De Alemania, Dresden, Berlín, Hamburgo, Stuttgard, Düselforf. De Italia, Roma, Nápoles, Milán, Génova, Verona y Cremona, la ciudad de los violines. De Grecia, Atenas y el Pireo, en cuyas cercanías, en Fotodotera, vivió algún tiempo en una colonia de naturistas, dirigida por un hermano de Isadora Dunkam, la célebre bailarina de las danzas clásicas de ropas ligeras y pies desnudos.

En 1910 marchó a los Estados Unidos para tener la satisfacción de ver las cataratas del Niágara. Vio también Baltimore y Filadelfia, Lake City, la ciudad de los lagos salados, capital del país de los Mormones; San Francisco de California, Wáshington, Toledo, capital del Ohio, y Búfalo. En Wáshington admiró la Casa Blanca, la National Library, el monumento al fundador cíe la gran República y el mausoleo a Marta, la mujer excelsa de aquel maravilloso constructor de pueblos. En el Canadá estuvo en Quevec, en Monterreal y en Toronto, lindísima población moderna. Luego regresó a Europa.

En 1911 fue a París, Bruselas, Amberes, Brujas, Malinas, Charleroi, Gante, Rotterdam, Amsterdam, Copenhague, Cristianía, Bergen, Londres, Birminghan, Salisbury, Rosney, Southanipton y Dublín.

En 1912 peregrinó por Rusia, Polonia, que le atraía íntimamente, Lemberg, Cracovia, Viena, Zurich, Ginebra, Lausanne...

En 1913 recorrió Portugal.

En 1914 volvió a París y conoció las más importantes ciudades de Francia. De París fue a Berna, de Berna a Berlín y de Berlín a Villar del Puerco.

De áfrica conoce Casablanca, Mazagán, Rabat, Tánger, Melilla, Túnez, Bonne y Napoleonville.

Sabe inglés, francés, alemán, italiano, portugués y polaco. Domina el esperanto y ha asistido a los Congresos internacionales esperantistas de Cambridge, Ginebra, Dresden, Barcelona, Wáshington, Amberes, Cracovia, Berna y Paris, o sea a todos los celebrados hasta la fecha, menos al primero, que fue el de Boulogne sur Mer.

Ha sido miembro de la Sociedad vegetariana francesa Higia, cuyo órgano en la Prensa, que llevaba el mismo título de la Sociedad, veía la luz en Paris antes de la guerra. Sobre vegetarianismo ha dado conferencias en Málaga, en Cádiz y en Barcelona en un salón del Ayuntamiento. En la ciudad condal le tomaron por polaco.

Pertenece a una Asociación antiviviseccionista parisién, ahora amortiguada con motivo de la tragedia mundial. El antiviviseccionismo está muy extendido en Francia e Inglaterra. Acerca de estas materias ha pronunciado discursos en París y en Murcia. La piedad que siente por los animales le impide dedicarse a la caza.

Es chauffer español, belga y francés, habiendo obtenido los correspondientes títulos en el Gobierno civil de Salamanca, en el Ayuntamiento de Amberes y en la école de Clzauffers de París, que depende de la municipalidad. En Amberes le examinó un ingeniero. En la capital de la República francesa, otro, en el Parque de Wincennes.

Por el estudiante ruso de Ciencias naturales Juliuss Kriss fue presentado Nogales, en Lemberg, al profesor Okchorovit, de quien recibió lecciones de Fotografía trascendental, que más adelante le siguieron dando en París Emmanuel Vauchet y el comandante Darget. Con éste hizo, una temporada, trabajos experimentales.

El 10 de noviembre de 1910 voló con el famoso Tabuteau en Issy le Moulineaux, parque de aviación civil. Le presentó a Tabuteau Julián Dupuy, propietario de una Academia de Dibujo de la calle del Dragón. Dupuy era de origen español. Nogales dibujaba en aquel establecimiento, del que eran catedráticos Bachet, Schüemer, Jean Paul Laurens y otros pintores célebres. Allí fué compañero de un muchacho muy torpe, hijo del conde León Tolstoi, que estudiaba Escultura.

En París contrajo amistad con el eminente hebraísta, cabalista y exegeta Albert Jeunet, autor de La clef da Zohar (El libro del esplendor); con el oculista je-Leu; con Papus (Docteur Encausse), que estuvo al frente de L’Iniciation, revista de ciencias mágicas, y con Oswald Wirt, director de Le Simbolisme.

En publicaciones parisienses ha escrito: en L’Ere Nouvelle, sobre literatura; en Les Ecizos dii Silence, sobre simbolismo; en el Buuletin de l’Alliance Spiritualiste, sobre las semejanzas y diferencias entre el espiritualismo y el materialismo. En La Renaissatzce, de Montpellier, se ha ocupado de cuestiones espiritualistas. En Orpheu, periódico futurista de Lisboa—cuyo director, Saa Carneiro, se suicidó, tomando unas píldoras de estricnina, en la capital de Francia—, ha discutido y difundido las nuevas orientaciones de la Pintura. El hombre fósil, Las gratas de Fuencaliente, Los hombres más comilones, los más ayunadores y los más dormilones y El solitario del águeda, han sido, entre otros, los argumentos de artículos suyos en Alrededor del Mundo. En la prensa de Ciudad Rodrigo ha dado a luz, en La Iberia, trabajos literarios, y en Avante ha discurrido acerca de pacifismo, naturismo, Astronomía, Fisiología y problemas sociales.

Es dueño de la mejor biblioteca particular de la provincia de Salamanca. De sus ocho mil volúmenes, la mitad, aproximadamente, son anteriores al segundo tercio del siglo XIX. Entre ellos hay incunables de gran valor, como un ejemplar de Las Partidas, impreso en Salamanca en 1470 en casa de Andrea Portonaris. Don Juan Arias, abuelo de Nogales, consumió nobilísimamente sus ojos leyendo. Cuando, en las postrimerías de su vida, se quedó ciego, le leía Cástor Iglesias, impresor y librero de Ciudad Rodrigo, a quien en mis años estudiantiles le oí infinidad de veces recordar, con veneración profundísima, el amor que por el saber tuvo siempre aquel hombre. Los libros fueron también la pasión favorita de Dionisio de Nogales—Delicado.

Sus estudios predilectos son los de arte. De nuestros pintores, el que más le gusta es Rivera, y de los extranjeros prefiere a Alberto Durero y a Van Dyck. Sus grandes músicos son Beethoven y Verdi. Sus grandes poetas, Milton, Tennyson, Rubén Darío y Gabriel y Galán. Sus grandes novelistas, Apuleyo, Francisco Delicado, D. Juan Valera, D. Ramón María del Valle Inclán y Pío Baroja.

Entre sus lecturas más amadas hay que mencionar El Evangelio de San Juan, el de Budha, los Diálogos de Platón, Os Lusiadas, el Quijo te, el Kempis y Las confesiones, de Juan Jacobo Rousseau.

Le atrae la Egiptología y le son familiares los libros más importantes relativos a estos asuntos.

Es muy aficionado a la Fisiología, y ha demostrado los vastos conocimientos que en ella posee discutiendo triunfalmente con cierto doctor en Medicina, tan exhausto de Medicina y de Fisiología como de castellano. El flamantísimo doctor, con salomónica gravedad, a los polígrafos les llama políglotas.

Muy pocos españoles conocen a Portugal como Nogales, que podría escribir, y es muy probable que escriba, un libro acerca del paisaje de la joven y vecina República, de sus gentes, de sus costumbres, de sus poetas, pensadores, novelistas, historiadores, científicos, estadistas y de otros aspectos de la vida lusitana, con lo que hará una entrañable y cada día más necesaria labor de aproximación ibérica.

Francia le inspira vivísima simpatía; pero es más germanófilo que francófilo, por considerar que la emancipación política es resultado de la liberación interior del hombre, de la de la conciencia, y por haber sido Alemania la cuna de la Reforma religiosa.

En política es demócrata, y por serlo querría, si fuese necesaria, una dictadura que encaminara los individuos y a los pueblos hacia el verdadero progreso, que no puede consistir sino en el triunfo de la justicia.

En cuestiones sociales y, por tanto, en las agrarias aboga con sinceridad y vehemencia, aun siendo propietario, por la aplicación del fecundísimo principio de expropiación forzosa por causa de utilidad pública.

2.- ALTA POLíTICA

En el próximo pasado invierno, Nogales se encontraba en Madrid pintando en el estudio de Cecilio Pla, y vino a interrumpirle en tan aladas ocupaciones, y a sorprenderle, la noticia de que en Ciudad Rodrigo le habían elegido concejal. Jamás había pensado en politiquerías municipalescas; pero no habiendo tenido ninguna intervención en las elecciones, y habiendo sido votado con toda espontaneidad para formar parte del Ayuntamiento mirobrigense, se creyó obligado a no rehusar el cargo, aunque éste fuera, como tenía que ser, un obstáculo inmenso para sus planes artísticos. Y se disponía a ser edil, únicamente edil, cuando aquella Corporación, reunida a fines de diciembre en sesión previa para la designación de puestos, adjudicó a Nogales, por unanimidad, el de alcalde. Por mucho que rogó a sus compañeros de Cabildo para que le dejaran de concejal un año siquiera, por vía de aprendizaje, de nada le sirvieron súplicas ni protestas. La Corporación no quiso darse por convencida, y abrumado por tanta insistencia, no tuvo otro remedio que aceptar la Alcaldía.

« Usted se debe —le dijeron—, antes que a su tranquilidad y a sus inclinaciones particulares, a los intereses y al progreso de la ciudad.

De reincidir en su negativa, quizás hubieran pensado aquellos munícipes en una escena semejante a la de la elección de Wamba.

En cuanto supe que Nogales había tomado posesión, el 1º de enero de este año, de la Alcaldía de Ciudad. Rodrigo, le escribí, comunicándole algunas de las reflexiones que me había sugerido tan notable acontecimiento.

¿ Cómo será posible — me preguntaba a mí mismo — que le hayan aclamado para la presidencia del Consistorio? ¿No sabrán que es un hombre espiritualísimo, con quien no hay que contar para el servicio de conveniencias de bandería, que ha de estar amorosamente atento a la buena marcha de los intereses comunes, que hará cumplir las leyes y que pondrá las morales por encima de las escritas cuando estuvieren en discordancia?

« Espero que ennoblezcas la vara, que sacándola de las intimidades caciquiles en que ha solido estar, la levantes a tu altura; que seas alcalde de esa ciudad, sin dejar de ser, como has sido hasta ahora, diputado por la provincia de la Justicia y de la Belleza, le decía yo a Nogales en mi carta.

Ciudad Rodrigo es una población aletargada por una oligarquía, contra la que tuve el honor de luchar en los mejores años de mi juventud, habiendo obtenido sobre ella victorias que, por desgracia, fueron circunstanciales. De los pobres, de los humildes, proceden las escasas palpitaciones de política ideal que allí se perciben. Los elementos llamados directores no se han preocupado del pueblo más que en las elecciones, para sacarle los votos.

Nogales tendrá de su parte a los menesterosos; ¿pero cuánto tardarán en renegar de él casi todos los concejales que le otorgaron la presidencia del Ayuntamiento?

La substancia de la política mirobrigense, como la de la política nacional, es económica. Son, ante todo y sobre todo, intereses pecuniarios los que en ellas se ventilan. La guerra ha exacerbado hasta la insaciabilidad los apetitos de los ricos, que han sido la causa de los movimientos revolucionarios últimamente surgidos en el país, a los que seguirán otros más poderosos y avasalladores, si la codicia no se modera.

Las ocupaciones alcaldescas de Nogales y las literarias mías nos han impedido escribirnos.

Y mi curiosidad por conocer su gestión hubiera tardado en satisfacerse, de no haber tenido la fortuna de encontrarme en Madrid, en estos días de San Isidro, con un paisano muy despierto y observador, que me ha puesto al corriente de los sucesos más reveladores y trascendentales que se han desarrollado desde primeros de este año en Ciudad Rodrigo.

— Estoy ansioso de noticias de la tierra, y quiero que tú me las des. Háblame de cuanto se te antoje, pero no dejes de enterarme de Nogales alcalde, de si lo entiende o no, de sus triunfos o de sus fracasos, de si allá coméis o ayunáis y de cuándo estallará la revolución en Ciudad Rodrigo.

¿ Revolución has dicho? Si no ha estallado, ha debido estallar, porque Nogales ha querido oponerse a que la mayor parte del pueblo se muriera de hambre por la avaricia de unos cuantos negociantes, y se ha conquistado la animadversión de esos negociantes y de la casi totalidad de los ediles. Con el alcalde están las clases I3ecesitadas, cada vez más descontentas de los obstinados en vivir a su costa, y algunas personas principales.

— No dejes de contármelo todo.

— Pues bien: a los pocos días de posesionarse Nogales de la Alcaldía, acarició el proyecto de incautarse del trigo que hubiera en la localidad, al ver la cantidad extraordinaria de dicho grano que de ella salía, y dio cuenta de sus propósitos a la Corporación, que los aprobó en principio. Se recogieron los datos estadísticos indispensables para el expediente de incautación, que fue enviado al gobernador de Salamanca. Antes de que éste lo devolviera resuelto, se intentó la extracción de trigo en grande escala, a lo que se negó el alcalde, por considerarlo necesario para el consumo general, y porque el que entrara después en la población costaría a mayor precio que el exportado. ¿Qué alcalde es éste, se preguntaban llenos de asombro y de mal humor los acaparadores? Y amenazaron con levantar actas notariales para hacer constar que la primera autoridad municipal prohibía la salida del grano. A lo que Nogales no puso trabas fue a la exportación de harinas elaboradas con trigo forastero. El secretario del Ayuntamiento y varios concejales censuraron las prohibiciones de la Alcaldía, invocando la ley escrita. ¿En qué podía fundarlas, no habiendo devuelto el gobernador civil el expediente? El alcalde invocaba la ley moral, con aplauso del pueblo. El expediente no llegaba, y Nogales lo pidió repetidas veces al Gobierno civil, cuya contestación era que ya lo había cursado a Madrid para su aprobación por la Superioridad, y que en cuanto tuviese noticias de la Comisaría de Abastecimientos, se las comunicaría. Al Poncio salmantino le extrañaban las impaciencias del alcaldillo, que no tenía presente, para reprimirlas, que a la sazón estábamos en período electoral y en Carnestolendas. Nogales vino a la corte, visitó a D. Luís Silvela y se permitió recomendarle la pronta resolución del expediente, que, según Silvela le manifestó, le era desconocido. Como que aun estaba durmiendo en el Gobierno civil de Salamanca!

— Ya veo el significado y las vigésimas intenciones de la aprobación en principio, por el Ayuntamiento, de la propuesta de Nogales para la incautación del trigo. Los que le habían argumentado, para que no dejara de encargarse de la Alcaldía, que no tenía derecho a anteponer sus gustos y comodidades personales al bien colectivo, no podían oponerse abiertamente desde los primeros momentos a esa política de subsistencia . Declararle desde luego la guerra a esa política hubiera sido peligroso. Había que aprobarla en principio. Hasta el fin no se canta victoria. Lo que no ofrece dudas es que la enemiga a la política de subsistencias del alcaldillo fue concebida leguleyescamente y es una nueva manifestación de la siniestra fecundidad del abogadismo politiquero que tiene desquiciada a España.

— Tan bien apuntas, que parece que sigues viviendo en Miróbriga. Silvela autorizó la incautación. Los concejales tenedores de trigo no disimularon su enojo contra el alcalde, y fue voz pública que al gobernador civil le disgustó la visita de Nogales al comisario de Abastecimientos. Obtenido el permiso de incautación, Nogales designó, para hacerla efectiva, cinco comisionados, tantos como distritos tiene la ciudad. Cuatro de aquéllos —el otro era el alcalde— no se mostraron muy activos en el desempeño de su cometido. Se levantaron actas para consignar que los tenedores de trigo que optaran por su salida inmediata lo cobrarían al precio de tasa. Los que no fueran exigentes percibirían además, cuando el Ayuntamiento dispusiera del grano, el beneficio del 3 por 100 que la ley concede a las Corporaciones municipales. Hecha la incautación, había que repartir lo incautado entre las fábricas de harinas. Allí hay una y unos cuantos molinos. La ley habla solamente de fábricas, y se pensó, en virtud de la ley, entregar todo el trigo al fabricante, si garantizaba la harina necesaria para la población hasta la próxima cosecha.

— Me extraña que Nogales tuviera, ni aun subscribiera, semejante pensamiento, olvidándose de los molineros, que también son fabricantes.

— No se olvidó; lo que hizo fue reaccionar sin tardanza contra su anterior idea y repartir el trigo entre los molineros y el fabricante, habiéndose celebrado contratos, con éste, escritos, y con aquéllos, verbales.

— Me alegro de la reacción del alcalde; eso se llama saber ser reaccionario; mas he de hacer hincapié, para que se enteren los abogadillos sofistas y enredadores, en que los molineros son fabricantes. ¿Qué hacen las denominadas fábricas que ellos no hagan? Si la finalidad de los unos y de las otras es la molturación de granos para transformarlos e harina, ¿en qué se diferencian esencialmente?

— Todos los concejales aprobaron de una manera extraoficial, y en principio, el contrato con la fábrica, que se comprometía a entregar a la Corporación una cantidad de harina proporcional a la de grano que recibiera, a razón de diez y seis sacas diarias. En esto surge un acaparador que se niega a suministrar al fabricante el trigo que estaba en el deber de poner a su disposición, del que le había sido incautado: Yo soy industrial y puedo molturar y panificar mi trigos, exclamaba el filántropo.

— ¿Pero no invocaría la ley? Según el art. 55 del reglamento para la ejecución de la de Subsistencias, es en el acto de practicarse las incautaciones cuando hay que aducir que se es industrial, y no más tarde, porque hay industrias que hasta la fecha no han merecido la protección de las disposiciones legales.

— El individuo a que me refiero ha sido toda su vida labrador; se metió a traficante este año y se asegura que tiene buenas relaciones en el Gobierno civil de Salamanca y en el Ayuntamiento mirobrigense. Concejales hubo que se negaron a discutir el contrato con la fabrica. Y el gobernador ofició frecuentemente a Nogales para que respetara el derecho del novísimo industrial para molturar y panificar por cuenta propia.

Al pueblo le interesaba la aprobación del contrato con el fabricante, que pagaría al contado cuanto trigo se le entregara; por lo que convenía al Ayuntamiento. Y el contrato fue aprobado en sesión, porque los protectores del acaparador vieron y temieron la justa indignación del proletariado, revelada incluso en las salas consistoriales.

En una conferencia que dio en el Círculo obrero, a la que estaba invitado el gobernador militar, Nogales, molesto con lo que venía sucediendo en el Concejo, anunció que estaba decidido a dimitir en la sesión próxima. Aquella sesión bien merece que no la olviden, antes por el contrario, se ocupen de ella con especial detenimiento, los futuros cronistas de Ciudad Rodrigo. Los trabajadores, que ya en el Círculo habían afirmado que irían al Ayuntamiento a protestar contra la dimisión del alcalde, fueron y protestaron. ¡Qué asamblea tan animada! Las víctimas del negocio, los exprimidos por la voracidad capitalista, llenaban la sala de actos de la Corporación. La atmósfera estaba tempestuosa. Una nota tragicómica la dio un concejal queriendo echárselas de terrible y de gran orador. Ya verás qué discurso:

Aunque mis palabras se pierdan en el desierto y caigan en el vacío, he de manifestar, en vista del estado de opinión formado por la Presidencia, que no me arredra ni la Presidencia ni la mole que tiene preparada.

— Eso no es un discurso; pero supongo que no caería en el vacío, ni se perdería en el desierto.

— ¡Qué se había de perder! Allí estuvo a punto de volver a arder Troya. Apóstrofes violentos del pueblo, al concejal, campanillazos presidenciales a todo pasto, retirada de la monumental oración, despejo de la sala y punto... y aparte; los concejales en conciliábulo, hablan de dimitir o de que dimita la Presidencia, a la que el propio edil de la mole, el desierto y el vacío se ensaña en presentar a sus compañeros como un ácrata insoportable, encontrando abonado el terreno en casi todos y haciéndoles muy viva impresión esa pintura, no sólo por la energía del alcalde en el asunto de la incautación del trigo, sino, además, por la que había desplegado recontando la ganadería, para que el amillaramiento, en vez de ser una ficción, respondiese a la realidad.

— Te suplico que al hablarme de política pecuaria en sus íntimas relaciones con el caciquismo y la ocultación, no seas parco en detalles. Es un tema que rne entusiasma desde que, siendo yo muy muchacho, me contaba maravillas Dionisio García, aquel escribiente tan listo y tan útil que hubo en la Secretaría del Ayuntamiento de la infortunada Miróbriga.

— No necesitarás pormenores si te digo que, cuando la inundación que nos azotó por allá en 1909, un concejal pidió que se le rebajaran del amillaramiento quinientas ovejas que, según él, le había llevado el agua. ¡Y no tenía amillaradas más que doscientas!

— Estabas en lo cierto; para muestra basta un botón.

— Se me olvidaba decirte que el concejal de la mole soñaba con ser alcalde, depositario de aceite y no sé cuantas cosas más. Y para facilitarse el camino tachaba a Nogales de revolucionario.

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De otras cosas me ha dado cuenta mi paisano. ¿Aparece en las aguas del águeda una vaca muerta, y Nogales se opone al consumo de la carne del pobre animal sin que antes la dé por buena el veedor, o quiere, ya examinada y aprobada por éste, que se venda a la mitad del precio de la de las carnicerías? Pues es un mal alcalde, un alcalde anarquista, que toma en serio la salud y la bolsa de sus convecinos y las antepone a las utilidades ilegítimas de ganaderos desaprensivos. ¿Ordena echar abajo casas ruinosas? «Quién le manda a usted — le pregunta un edil—enemistarse con los caseros?>> ¿Se preocupa de la higiene local y manda que se pongan retretes en unas viviendas humildes? Estas casas — se le contesta —, como son de pobres, no necesitan retretes.>

Un aristócrata que vive aquí en Madrid y tiene renteros en Ciudad Rodrigo y su partido, confiesa que las ideas de Nogales son buenas, pero que debe callárselas porque son disolventes.

¿ Qué habrá que hacer con las ideas malas?

En realidad, no hay ideas malas ni buenas. Lo malo, y aun lo pésimo, es carecer de ideas.

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En Ciudad Rodrigo los pobres no tienen derecho a comer... ni a lo demás. Felizmente, un altruista, acaudalado en fuerza, sin duda, de hacer beneficios, mezcló trigo con maíz, ofreciendo la mezcla al precio del trigo, aunque la fanega de maíz costaba a 90 y a 92 reales, y la de trigo a 80 y a 82. Y lo que es no saber Química: las gentes creyeron que lo mezclado era trigo, vecino y pizarra, una compostura todo lo caritativa y misericordiosa que se quisiera, pero lo más adecuada para reventar. ¿Cómo el alcalde, sabiendo Química, incurriría en la misma equivocación y enviaría muestras del estupendo producto a Salamanca para que fuesen analizadas? Se trata de trigo con maíz, mixtura verdaderamente alimenticia’, exclamaron los técnicos salmantinos, los doctores del Laboratorio municipal. Mas la opinión, sin comprender que todavía quedan en el mundo hombres de corazón magnánimo y hombres de ciencia, sigue teniendo por dogma lo del vejino y la pizarra, y se pregunta si no sería alimenticio el viaje hecho a la ciudad del Tormes por el pródigo autor del estupefactante potaje el mismo día que las muestras que habían de ser objeto del análisis salieron para aquella capital.

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Delicadísima es, como habrá visto el lector, la situación de Nogales en la Alcaldía. Todos los concejales, menos uno, están en contra de él. La opinión pública está de su parte y es hostil a los que le combaten y le llaman revolucionario.

La solución del pleito consiste en que los ediles que no le quieren le obliguen a dimitir, y en que a ellos les dimita Ciudad Rodrigo.

Si no fuera por temor al pueblo, ya le hubieran privado del cargo, que, ciertamente, no le hace ninguna falta, porque para hacer política elevada y fecunda, la única compatible con su magnífica espiritualidad, puede hacerla, sin ser alcalde, diciendo la verdad a todas horas; la verdad, suprema fuente y supremo instrumento de liberación.

Madrid, mayo 30 de 1918.

Nota: la existencia de este libro me ha sido facilitada por Charrita

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