Villar de Argañán

Padre Cesar Morán Bardón: DOLMEN de Hurtada (Villar de Argañán)

Padre Morán (Contraportada) Padre Morán. Objetos del Dolmen de V. Argañán

(Transcripción de las páginas 40 a 42, del libro "Excavaciones en los dólmenes de Salamanca.", del Padre Cesar Morán Bardón. Publicado en 1931.

23. DOLMEN DE GALLEGOS DE ARGAñáN

Nota: Hurtada está en Villar de Argañán y no en Gallegos).

De Ciudad Rodrigo tomaremos la carretera que va a Gallegos de Argañán; a la salida del pueblo esa carretera se bifurca y tiraremos a la derecha en dirección a Villar de Argañán. A los tres kilómetros se ven unas casas: son las casas de Torre Hurtada. Desde allí, a la izquierda de la carretera, menos de un kilómetro de distancia, está el dolmen (lám. XIII, 2); es una elevación del terreno que llaman los Castillos, propiedad de los hijos de don Juan Nogales. Antes había tres o cuatro dólmenes, muy próximos unos a otros; de ahí la denominación de Castillos; ahora no quedan más que vestigios de uno. Lo que falta de éste y los que han desaparecido sirvieron de canteras para la casa de Torre Hurtada. Debo la noticia de este dolmen al farmacéutico de Gallegos, cuyo nombre siento no recordar.

De uno quedan (los gigantescas piedras de la cámara, completas, y otra ya desmochada (fig. 21). No hay vestigios de la galería. Sin embargo, el interior, el lugar del enterramiento, está intacto. Sólo profundizaron alrededor lo necesario para arrancar la mayor parte de las piedras que lo formaban. Una de las piedras que conserva, ligeramente inclinada hacia dentro, mide 3,80 metros de alto, 1,26 de ancho y 0,40 de grueso; otra, colocada verticalmente, tiene 3,25 metros de alto, 2,23 de ancho y 0,32 de grueso. Esta tiene en su cara interna, a la derecha, un signo raro y nuevo (lám. XIII, 3). Es un grabado que tiene la forma de bocina, estrecho a la izquierda y ancho a la derecha, donde coincide con la terminación de la piedra.

Es mayor que otros grabados que se ven en las piedras dolménicas, pues mide en la parte más ancha 0,82 metros y en la más estrecha 0,07; largo desde la punta al extremo de arriba, 1,70; desde la punta al extremo de abajo, 1,43. De izquierda a derecha, donde comienza el ensanche, parece dividiese en dos porciones, alta y baja, separadas por usa nervadura central. No parece representación de un personaje; quizá lo sea de un utensilio, de una escena de la vida, de una idea abstracta.

El interior de la cámara de este dolmen es un tejido de piedras, tierra y raíces de encina. Esto no es corriente en los dólmenes de Salamanca; esa dureza protectora suele encontrarse en el túmulo, también alguna vez en la cubierta superior de la cámara; pero después que se profundiza un poco hay tierra suave y escogida para que sirviese de fino colchón a los cadáveres. Aquí esta tierra se reduce a una pequeña capa inferior; lo demás hay que romperlo a fuerza de pico.

A poco de empezar la excavación se encontró en la parte S. de la cámara una piedra prismática, bastante bien trabajada, con superficie lisa, como pudiera hacerse hoy.

Está horizontalmente colocada como si fuera una mesa. No tiene señales de fuego, ni otros grabados. Mide de largo 2,08 metros; de ancho, 1 a un extremo y 1,13 a otro, y 0,30 de grueso. El esmero con que se trabajó esta piedra, la delicadeza y el mimo que se derrochó en aquella época hasta dejar una pieza de ese tamaño con proporciones tan regulares y tan armónicas, nos está diciendo que su destino era también de mucha estimación.

Quizás sirvió para depositar el cadáver, tal vez para incinerarlo, habiendo desaparecido las huellas del fuego que en otras piedras se conservan, quizás como deposito o relicario sagrado de viandas, de ofrendas, de ajuar funerario que haya desaparecido. De todos modos, creo se debe considerar como piedra sagrada, por haber sido utilizada para ceremonias del culto.

Su posición era tocando a los soportes de la cámara por el interior, al lado S. Esos soportes ya no existen, pero se ve donde tenían que estar.

Siguiendo la excavación por ese mismo lado se halló, entre la dura y espesa capa protectora que, como digo, aquí es muy considerable, un hacha neolítica, estrecha, plana y curva, con cuatro esquinas, pulimentada sólo en parte del corte, tallada en parte y apuntada en la parte del mango. Tiene de largo 0,23 metros. Es un buen ejemplar, pero creo que no pertenece al ajuar funerario, por no hallarse en su sitio, sino que la perdió uno de los obreros que trabajaron en el dolmen (lám. XII, IV).

Más adelante, ya en el fondo, que es el sitio del ajuar, se halló otra hacha también con cuatro esquinas, plana, más ancha que la anterior y un poco rota en la base; está sólo pulimentada en el corte, como la que acabamos de ver.

Al poco tiempo salió un raspador triangular (fig, 22), que es parte de un cuchillo de sílex blanco; es naturalmente un poco curvo y tiene las nervaduras que dejaron marcadas otros cuchillos que del mismo núcleo salieron antes que él.

Se podría utilizar el corte y la finísima punta que tiene.

Mi gratitud a don José M. Rodríguez que, creyendo prestar un auxilio a la Ciencia, me sacó de la posada, una hermosa taberna, donde fui a parar, para instalarme en su casa a lo príncipe.

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